
El concepto de “microagresiones” ha pasado a formar parte del vocabulario con el que se intenta explicar y denunciar el trato vejatorio que se propicia a los grupos sociales.
Mencionado por primera vez en 1970 por el psiquiatra Chester M. Pierce, el concepto fue retomado y popularizado en 2007 gracias a un artículo del psicólogo Derald Wing Sue. Para Sue, las microagresiones son breves intercambios diarios que envían mensajes denigrantes a ciertos individuos con motivo de su pertenencia a un grupo. Las microagresiones no tienen por qué ser realizadas de manera consciente, pero no por ello se les suponen menos dañinas.
Las microagresiones han pasado a convertirse en una preocupación prioritaria para el activismo social, un fenómeno que ha dado lugar a, al menos, dos importantes sitios web dedicados a recoger muestras de microagresiones: Everyday Sexism, fundada por Laura Bates, y Micromachismos, fundada por Ana Requena Aguilar.
Como todo fenómeno popular la idea de las microagresiones no se ha librado de críticas, algunas de ellas claramente tendenciosas pero otras pocas bien fundadas, producto de un examen de la ciencia psicológica sobre la que sus defensores sostienen la validez del concepto de microagresión.
Alex Fradera, en BPS Research Digest, nos ofrece una de esas críticas en forma de reseña de un estudio llevado a cabo por Craig Harper, psicólogo de la Nottingham Trent University, cuyos resultados dan a entender que hay un importante problema de base con las microagresiones. Sigue leyendo «Microagresiones: afirmaciones fuertes, evidencia científica inadecuada» →