[…] el lenguaje depende de un modo crítico de la teoría de la mente. Es, efectivamente, uno de los mecanismos mediante los cuales leemos la mente de los otros. A diferencia de los gritos de los animales, que consisten en unas señales relativamente fijas, el lenguaje es intrínsecamente ambiguo y el significado tiene que inferirse no solo de lo que una persona dice (o expresa con gestos), sino también acerca de lo que uno sabe de esta persona y de lo que tiene en común con ella. Una conversación es más una corriente compartida de pensamientos que una transmisión de información y a menudo puede llevarse a cabo con un uso mínimo de palabras. (pp. 157 – 158) Sigue leyendo «El lenguaje es un encuentro entre mentes»
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El lenguaje nos vuelve a todos extranjeros
Los lingüistas son cada vez más conscientes de la diversidad y de la enorme cantidad de lenguajes que existen en las sociedades no occidentales y preliterarias […] Por ejemplo, los aproximadamente diez millones de personas que viven en la isla de Nueva Guinea y en la periferia melanesia hablan unas 1.150 lenguas, lo que equivale a solo unos 10.000 habitantes por lengua. En Vanuatu, con una población total de 195.000 personas, se han identificado 105 lenguas diferentes, con un promedio de menos de 2.000 habitantes por idioma. Australia cuenta con un sinnúmero de lenguas nativas diferentes y los habitantes de Arnhem Land son muy multilingües, y con frecuencia, al llegar a la edad adulta hablan hasta seis lenguas distintas. Se calcula que 17 países poseen el 60 por ciento de todos los lenguajes de la Tierra, aunque constituyen solo el 27 por ciento de la población mundial y el 9 por ciento de la superficie terrestre. […] Sigue leyendo «El lenguaje nos vuelve a todos extranjeros»
¿Entiende tu perro lo que le dices?, o sobre la simplificación de la ciencia
El 30 de agosto de 2016 diversos medios se hacían eco de una noticia curiosa: según decían los titulares, la ciencia había demostrado que los perros entienden lo que les decimos.
Los titulares se hacían eco de un estudio publicado en la revista Current Biology. En el estudio se realizó escáneres cerebrales a 13 perros para determinar qué respuesta había en su cerebro ante palabras pronunciadas por los investigadores con diferente entonación (positiva, negativa, neutra). Los resultados mostraron que en el cerebro de los perros se activaban los dos hemisferios cerebrales a la manera en que se activan en los humanos cuando procesamos el lenguaje: el hemisferio izquierdo se activa para procesar el significado de las palabras, mientras que el derecho se activa para procesar cómo se dicen esas palabras.
Es esa activación de los hemisferios del cerebro de los perros lo que dio pie a los titulares de la prensa que recogieron el estudio. Sin duda, la reseña de los medios fue acogida de buen grado por los propietarios y amantes de perros. Pero un momento, no tan rápido. Ese mismo día también se publicaron, en EEUU, noticias en medios que llamaban a la cautela sobre los resultados. Sigue leyendo «¿Entiende tu perro lo que le dices?, o sobre la simplificación de la ciencia»
El idioma materno modela el llanto de los bebés
Dada la diversidad de culturas humanas, los bebés de todo el mundo están bajo la influencia de una gran variedad de factores ambientales diversos. Uno de esos factores ambientales siempre presentes en la vida de los bebés es el idioma que hablan sus madres.
Un ingenioso estudio publicado en la revista Speech, Language and Hearing y reseñado en Science Daily muestra que la exposición de los bebés a determinados idiomas tiene un reflejo en la cualidad sonora de sus llantos.
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¿Tienen los nombres de personas un género inherente?
La idea más común que tenemos del funcionamiento del lenguaje es que es un sistema arbitrario, es decir: no hay relación entre el significante y el significado o, dicho con otras palabras, la relación entre ambos es una convención social. Pero puede que esto no sea del todo cierto.
Un estudio publicado en abril de 2016, y reseñado en Scientific American, sugiere que ciertos tipos de nombres de persona es más probable que se asignen a chicos que a chicas según cuáles sean las propiedades del sonido de esos nombres.
Para llegar a esa conclusión los investigadores analizaron 270 millones de nombres de bebés nacidos en los EEUU, desde 1937 hasta 2013. Hallaron que es más probable que los chicos reciban nombres que comiencen con fonemas “duros”, que vibran en las cuerdas vocales, como A o B; mientras, las chicas reciben con más probabilidad nombres que comienzan con fonemas “suaves”, como F o H.
Además, los investigadores hallaron que tanto en los EEUU como en la India los sujetos encuestados percibían los fonemas que vibran en las cuerdas vocales como más “duros” y más masculinos.
Consulta la reseña de Scientific American (en inglés) para ejemplos concretos de nombres propios, y el estudio original para más detalles de la metodología.
Da que pensar: El estudio reseñado en Scientific American no es el único en sugerir que el lenguaje no es un sistema totalmente arbitrario. En la revista digital Ciencia Cognitiva (una de las mejores en español sobre el estudio de la mente) podemos leer un artículo de José Antonio Villén Raya, Francisco José Pérez Díaz y Ana Cristina Martín Jiménez titulado ¿Es realmente arbitraria la relación entre las palabras y sus significados?, que nos hace un buen resumen de los trabajos que muestran indicios de no-arbitrariedad en el lenguaje.
Según nos cuentan en Ciencia Cognitiva, en 1922 Otto Jespersen planteó una de las primeras hipótesis sobre la no-arbitrariedad. Según Jespersen:
existe una cierta correspondencia entre significantes y significados, de forma que en la mayoría de las lenguas los objetos pequeños, agudos y altos suelen nombrarse con vocales anteriores altas (/i/), mientras que objetos grandes, redondos y bajos tienden a nombrarse con vocales posteriores (/o/, /u/).
Unos años más tarde (1929), Wolfgang Köhler mostró que la no-arbitrariedad se daba de hecho en el lenguaje. Köhler llevó a cabo unos estudios en Tenerife (España), en los que mostró a los sujetos figuras redondeadas o puntiagudas, pidiéndoles que les asociaran una de dos palabras, «takete» o «baluba». Köhler halló que había una preferencia a asociar a la forma puntiaguda la palabra «takete» y a la redondeada la palabra «baluba».
Ya en el siglo XXI, Vilayanur S. Ramachandran y Edward Hubbard repitieron el experimento de Köhler utilizando los términos «kiki» y «bouba» con hablantes de lengua inglesa y de tamil, y hallaron resultados semejantes a los de Köhler. Desde entonces se conoce a este fenómeno como el efecto buba-kiki. De manera significativa, Oberman y Ramachandran hallaron que este efecto se presentaba con menor frecuencia en una muestra estudiada de personas autistas.
En Ciencia Cognitiva también nos explican que el efecto buba-kiki se ha comprobado en la población Himba de Nambia (“que apenas tiene influencia occidental y que además carece de lenguaje escrito”), en niños de 2’5 años e incluso en bebés de 4 meses de edad.
Incluso se ha mostrado el efecto predicho por Jespersen, por el cual “existen ciertos fonemas que indican pequeñez (p.ej., /i/) y otros que indican un tamaño grande (p.ej., /u/)”.
Es interesante reproducir una de las conclusiones que extraen los autores del artículo de Ciencia Cognitiva de su resumen, para ponerla en relación con los hallazgos del estudio reseñado por Scientific American:
En conclusión, la investigación ha demostrado que las personas son capaces de captar una relación entre los sonidos que utilizamos como nombres y las características de los objetos a los que hacemos referencia. Asimismo, este fenómeno se da en culturas muy alejadas del mundo occidental y en bebés de muy corta edad, lo que sugiere que se trata de un fenómeno filogenéticamente programado. Empero, no podemos negar la evidente arbitrariedad presente en el vocabulario de los lenguajes. Por tanto, lo más adecuado es proponer una postura intermedia en la que se admitan algunas correspondencias entre fonemas de palabras y referentes, a la vez que se reconoce cierta arbitrariedad.
Imagen via Science of Us
La música es un lenguaje
El 21 de Junio se celebra el Día Internacional de la Música, una festividad que se celebró por primera vez en París, en 1982, pero que desde entonces se ha extendido a una gran cantidad de países.
Como melómano que soy, me gustaría celebrarlo con vosotr@s recordando una ponencia a cargo del bajista Victor Wooten, que tuvo lugar el 26 de mayo del pasado 2012 en la 24th Annual Convention de la Association for Pshycological Science.
Wooten es un celebradísimo bajista de jazz fusión, ganador de 5 premios Grammy, y fue invitado como conferenciante a una de las sesiones especiales de la convención: Music, Mind and Brain.
La ponencia de Wooten contiene una reflexión a mi juicio acertada: Wooten comparó la inmersión de los jóvenes en la música con la manera en que los pequeños aprenden un idioma.
Cuando en nuestra infancia aprendemos una lengua, nadie nos enseña explícitamente a utilizarla: sencillamente, la utilizamos y nuestros errores son corregidos con la práctica y las relaciones sociales. Aunque los músicos suelen referirse a la música como un lenguaje, no es ésta la manera en que se suele enseñar la música: a los nuevos estudiantes se les dice desde un principio que son principiantes. Para Wooten, es como si a un nuevo hablante se le dijese que no puede hablar hasta que domine su lengua.
Así, la apuesta de Wooten es pedagogo es enseñar música llevando a la práctica la analogía con el lenguaje: permitir que los alumnos se equivoquen sin corregir contínuamente esos errores, y ayudarles a descubrir aquello que éstos realmente tengan que decir.
El mensaje de Wooten representa una invitación a introducirnos en el mundo de la música sin complejos, disfrutando del proceso que supone la práctica conjunta de este arte sublime.
La iniciativa Ted-Ed creó un vídeo donde el propio Wooten nos explica su postura, ofreciéndonos además una fantástica interpretación solista del propio Wooten del clásico Amazing grace
En 1973, el etnomusicólogo John Blacking escribió un influyente y celebrado libro llamado How musical is man? En él, Blacking discutía aspectos del fenómeno musical utilizando sus investigaciones etnográficas sobre la manera en que la música se expresa en diversas sociedades. Uno de los puntos más interesantes del libro recuerda a la idea de Wooten. Según Blacking, en las sociedades occidentales se ha producido un proceso de división del trabajo que también ha afectado al hecho musical. Así, mientras que en sociedades tradicionales la música es una actividad social compartida por todos, en las sociedades occidentales, con sus formas de arte supuestamente «superiores» se ha generado una división entre el público pasivo y los especialistas (los músicos). Y esta separación es nefasta para el aprendizaje de la música:
[…] el desarrollo tecnológico trae consigo un cierto grado de exclusión social: volverse audiencia pasiva es el precio que algunos tienen que pagar por pertenecer a una sociedad superior, cuya superioridad se apoya en la aptitud excepcional de unos pocos escogidos. Así, al elevar el nivel técnicoo de lo que se entiende por musicalidad, algunas personas habrán de quedar relegadas por su carencia de oído. Es sobre la base de tales suposiciones que la aptitud musical se alimenta o se anestesia en muchas sociedades industriales modernas. […] ¿Para qué molestarse en mejorar la técnica musical, si el objetivo de la interpretación es compartir una experiencia social?
¿Está muerta la Gramática Universal de Chomsky?
El lenguaje es una capacidad extraordinaria del ser humano, aunque no siempre ha recibido la atención que se merece. Así, hasta la década de 1950, no hubo un intento serio de comprender por qué los seres humanos somos capaces de comprender, aprender y generar lenguaje desde edades bien tempranas. Dicho intento vino de la mano de Noam Chomsky, que propuso un mecanismo que sería la base de estas habilidades lingüísticas: la gramática universal (GU). Sigue leyendo «¿Está muerta la Gramática Universal de Chomsky?»
La más absoluta soledad se vive en medio de la multitud
El lenguaje es de aquellas capacidades que son fundamentales en el ser humano, y que probablemente han tenido una contribución de primera línea a la hora de determinar lo que somos. Y precisamente por eso, por su papel omnipresente en nuestras vidas, es una capacidad que damos por sentado. Los filósofos llevan siglos haciéndose preguntas de lo más interesanetes sobre el lenguaje: ¿qué es el significado?; ¿cómo adquieren significado las palabras?; y, en especial, ¿cómo podemos entendernos los humanos? Sigue leyendo «La más absoluta soledad se vive en medio de la multitud»
Libres, a pesar de todo: Daniel Dennett y el libre albedrío
El determinismo, la idea de que todo está determinado por causas y efectos, no es una amenaza para la libertad de elección: la evolución ha fomentado que podamos ser responsables de nuestras acciones.
Hay ideas que para algunas personas tienen implicaciones muy inquietantes. El determinismo es una de estas ideas. Según el determinismo, todo suceos es causado por algún otro suceso, siguiendo una cadena de causa y efecto. Así pues, partiendo de un estado inicial de cosas, sólo hay un único futuro posible, un resultado inevitable, determinado por las causas y los efectos. Sigue leyendo «Libres, a pesar de todo: Daniel Dennett y el libre albedrío»