Ni el sexo ni el género son fluidos

genero fluido

Uno de los temas más candentes de la actualidad es todo lo concerniente al colectivo LGTBI: temas como la lucha por la igualdad efectiva de derechos, la lucha contra la discriminación y la visibilidad en los medios y en la cultura están muy presentes en la agenda de la discusión pública.

También lo concerniente a la ciencia y el sexo está en el punto de mira de la discusión pública. Una influyente corriente de pensamiento en los estudios de género afirma que tanto el sexo como el género son fluidos, en el sentido de que no existen diferencias “naturales” binarias, siendo estas (sobre todo la concerniente al género) un producto de la cultura en la que estamos inmersos.

Debra W. Soh, investigadora en sexo y neurociencia de la York University y colaboradora en medios como Harper’s y The Wall Street Journal, afirma en un artículo en Real Clear Politics que en realidad la ciencia desmiento que el sexo o el género sean fluidos. Sigue leyendo «Ni el sexo ni el género son fluidos»

«Por favor, no te sientes como una rana, siéntate como una reina»

(Graffiti en un lavabo de tías en una universidad de Filipinas)

Recuerda mimarte, recuerda acicalarte.
El mundo no recompensa a las chicas con granos.
No te sientes como una rana, siéntate como una reina.

Compra un champú que realce el brillo de tus cabellos.
Si tu pelo es liso, entonces rízalo.
Recuerda mimarte, recuerda acicalarte.

Mantén tu aliento con sabor a menta y tus dientes blancos y limpios.
Píntate las uñas para que resplandezcan, diez perlas.
No te sientes como una rana, siéntate como una reina.

Sonríe, especialmente cuando te encuentres mal.
Mantén bajada la capota de tu coche cuando salgas a dar una vuelta.
Recuerda mimarte, recuerda acicalarte.

No cedas a tus antojos, necesitas estar delgada
para que tu falda pueda levantarse cuando saltes y dés vueltas.
No te sientes como una rana, siéntate como una reina.

No te cases con el profesor, cásate con el decano.
Cásate con el rey, no te cases con el conde.
Recuerda mimarte, recuerda acicalarte.
No te sientes como una rana, siéntate como una reina.

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Denise Duhamel es una poetisa norteamericana, con varios libros publicados y galardonada con diferentes premios y becas. En 2008 Barteleby Editores publicó en español un libro inédito en EEUU, titulado Afortunada de mí, en el que se incluye el poema de esta entrada.

En el prólogo, Thomas Fink escribe sobre Duhamel:

[…] Denise Duhamel se ha establecido gradualmente como una de las poetas sociales más convincentes de Estados Unidos. Lo que quiero decir con social es esto: incluso cuando la experiencia personal está en la vanguardia de su poesía, el centro real es por lo general la exploración de tendencias culturales más amplias, ya sean intensamente problemáticas, ridículas o alentadoras. Como la dimensión personal está superpuesta sobre la rejilla de lo social, somos convocados a discernir la interdependencia de los dos. 

El feminismo, teñido de humor ácido, es una señal de Duhamel, como se puede comprobar en Por favor…. , del que Fink escribe:

[…] constituye una irónica articulación del asunto de la autoobjetividad y de la autocomplacencia diseñadas para inducirte a casarte con «el decano» antes que con «el profesor» y con «el rey» antes que con «el conde».

¿Qué es ser «sexista»?

combate el sexismo

En la actualidad existe una cada vez mayor conciencia sobre la necesidad de lograr que en nuestras sociedades se produzca una igualdad efectiva de derechos y oportunidades entre sexos. Aunque se han conseguido logros en las últimas décadas, sin duda queda mucho por hacer.

Esa conciencia cívica, de la mano de diferentes movimientos sociales y figuras públicas, se mantiene alerta ante los indicios de sexismo en nuestra sociedad. Pero, ¿qué es exactamente el “sexismo”?

Puede parecer una pregunta trivial, pero Jonny Anomaly y Brian Boutwell argumentaron el pasado diciembre de 2016 en un artículo para Quillette  que estamos haciendo un uso demasiado amplio del término. Y ello podría llevar a la pérdida de sentido del concepto y en consecuencia a una menor efectividad.

Para Anomaly y Boutwell sin duda hay razones históricas más que sobradas para que estemos en guardia ante los intentos del sexo masculino por dominar y reprimir al femenino. Pero los autores creen que el término sexismo se está aplicando de manera demasiado laxa, y en ocasiones de manera injusta cuando se sugiere que efectivamente existen diferencias entre hombres y mujeres.

Para los autores, el término “sexista” debería reservarse para…

Las personas que tratan a un sexo como superior al otro, o que usan falazmente la información sobre diferencias entre sexos como justificación para tratar a hombres o mujeres individuales como meros miembros de un grupo.

Anomaly y Boutwell rechazan que “sexista” se aplique a algunas observaciones sobre las diferencias entre sexos como por ejemplo: las diferentes tasas de violencia observadas en hombres y mujeres; o ligeras diferencias en cognición y en especial en habilidades e intereses que, tomadas en conjunto, pueden contribuir a explicar diferencias reales entre sexos (como las carreras académicas que hombres y mujeres eligen, el orden de prioridades en que se coloca a la familia o al éxito profesional, e incluso el tipo de literatura y de películas preferidas).

En ese sentido, Anomaly y Boutwell recalcan que el imperativo moral de un trato justo e igualitario para ambos sexos no debería llevar a negar cualquier diferencia que pueda haber entre hombres y mujeres, o a utilizar la acusación de “sexista” a todo aquel investigador que sugiera la existencia de esas diferencias. Una claridad en el uso del término que para los autores es importante:

Si todo el mundo es sexista, entonces nadie lo es. Y para que el progreso moral continúe, necesitamos saber quiénes son realmente los sexistas.

El artículo de Anomaly y Boutwell contiene interesantes argumentos sociológicos y científicos. Para valorarlos en su justa medida, consulta el artículo original (en inglés) en Quillette.

 

Da que pensar: Sin duda que la ciencia, o más bien, algunas malas interpretaciones de la ciencia, se han utilizado para justificar lo injustificable en cuanto a las diferencias de género. Ciertas interpretaciones también han servido de base para libros de “ciencia” popular que muestran una visión sesgada, cuando no directamente absurda, de las diferencias entre hombres y mujeres. Pero, como escriben Anomaly y Boutwell, esto no quiere decir que no haya ninguna diferencia en el comportamiento entre ambos sexos.

El biólogo Jerry Coyne ofrece un ejemplo de estas diferencias en su blog Why evolution is true. Coyne escribe un artículo a cuento de una reseña en el diario The Guardian del libro de Cordelia Fine Testosterone Rex. La entrada de Coyne es de lo más pertinente para el tema de esta entrada, pues Fine es una ferviente detractora de toda afirmación que implique la existencia de diferencias entre hombres y mujeres.

Coyne reconoce que no ha leído el libro de Fine, por lo que su argumento no va en el sentido de criticar su obra tanto como de criticar un párrafo concreto de la reseña de The Guardian, que puede ser adscrito a lo que Fine argumenta en su libro: que no existen diferencias biológicas en el comportamiento sexual.

Según la teoría de la selección sexual, la diferencia en este comportamiento se basa en que para las hembras el producir óvulos es más costoso que para los machos el producir espermatozoides. Además, las hembras son las que suelen soportar el peso del cuidado y la crianza de las crías. Por ello, la teoría predice que las hembras serán más selectivas en cuanto a la reproducción y a la elección de pareja, mientras que se puede esperar que los machos sean más promiscuos y competitivos.

El artículo de Coyne se centra en mostrar algunos datos que apoyan la existencia de una mayor promiscuidad en hombres que en mujeres, datos que sí están bien fundados por la investigación actual. Mencionaré sólo un par:

En primer lugar, tanto en humanos, como en primates y otras especies, los machos tienen una mayor variación en cuanto éxito reproductivo que las hembras. Para Coyne “sería extraordinario si ello sólo fuera una coincidencia basada en el “condicionamiento social” en humanos, pero el producto de la evolución en todas las demás especies que no tiene condicionamiento social”.

En segundo lugar, en las especies en las que el macho invierte más en la reproducción que las hembras se observa un patrón inverso al habitual: los machos son más selectivos mientras que las hembras son más promiscuas. Comenta Coyne: “De hecho, en estos grupos son las hembras las que tienen colores más vivos y ornamentos mientras que los machos son de colores más apagados: lo opuesto a la situación normal, pero justo lo que predice la teoría de la selección sexual”

Coyne deja bien claro en su artículo que para él defender la teoría de la selección sexual no tiene nada que ver con defender la idea de que las mujeres son monógamas y domésticas, al contrario de los hombres. Defender la igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres no debería implicar el negar los estudios científicos sobre la diferencia entre sexos, siempre que estos sean serios y estén fundamentados en otras evidencias previas. Escribe Coyne:

Como he dicho, no he leído el último libro de Fine; estoy reaccionando contra un par de párrafos de la reseña de The Guardian – párrafos que implican […] que la selección sexual no existe: todo sería producto del condicionamiento social y del Patriarcado. Pero hay demasiados hechos biológicos (aducidos por primera vez por Darwin) que apoyan [la selección sexual], por no hablar del número de animales que no tienen un “patriarcado” que muestra una fuerte evidencia por la selección sexual y por el comportamiento sexual que se parece al de los humanos.

 

Imagen de Didier Castañeda con licencia Creative Commons Atribución – Sin derivados

¿Tienen los nombres de personas un género inherente?

nombres y genero

La idea más común que tenemos del funcionamiento del lenguaje es que es un sistema arbitrario, es decir: no hay relación entre el significante y el significado o, dicho con otras palabras, la relación entre ambos es una convención social. Pero puede que esto no sea del todo cierto.

Un estudio publicado en abril de 2016, y reseñado en Scientific American, sugiere que ciertos tipos de nombres de persona es más probable que se asignen a chicos que a chicas según cuáles sean las propiedades del sonido de esos nombres.

Para llegar a esa conclusión los investigadores analizaron 270 millones de nombres de bebés nacidos en los EEUU, desde 1937 hasta 2013. Hallaron que es más probable que los chicos reciban nombres que comiencen con fonemas “duros”, que vibran en las cuerdas vocales, como A o B; mientras, las chicas reciben con más probabilidad nombres que comienzan con fonemas “suaves”, como F o H.

Además, los investigadores hallaron que tanto en los EEUU como en la India los sujetos encuestados percibían los fonemas que vibran en las cuerdas vocales como más “duros” y más masculinos.

Consulta la reseña de Scientific American (en inglés) para ejemplos concretos de nombres propios, y el estudio original para más detalles de la metodología.

 

Da que pensar: El estudio reseñado en Scientific American no es el único en sugerir que el lenguaje no es un sistema totalmente arbitrario. En la revista digital Ciencia Cognitiva (una de las mejores en español sobre el estudio de la mente) podemos leer un artículo de José Antonio Villén Raya, Francisco José Pérez Díaz y Ana Cristina Martín Jiménez titulado ¿Es realmente arbitraria la relación entre las palabras y sus significados?, que nos hace un buen resumen de los trabajos que muestran indicios de no-arbitrariedad en el lenguaje.

Según nos cuentan en Ciencia Cognitiva, en 1922 Otto Jespersen planteó una de las primeras hipótesis sobre la no-arbitrariedad. Según Jespersen:

existe una cierta correspondencia entre significantes y significados, de forma que en la mayoría de las lenguas los objetos pequeños, agudos y altos suelen nombrarse con vocales anteriores altas (/i/), mientras que objetos grandes, redondos y bajos tienden a nombrarse con vocales posteriores (/o/, /u/).

Unos años más tarde (1929), Wolfgang Köhler mostró que la no-arbitrariedad se daba de hecho en el lenguaje. Köhler llevó a cabo unos estudios en Tenerife (España), en los que mostró a los sujetos figuras redondeadas o puntiagudas, pidiéndoles que les asociaran una de dos palabras, «takete» o «baluba». Köhler halló que había una preferencia a asociar a la forma puntiaguda la palabra «takete» y a la redondeada la palabra «baluba».

Ya en el siglo XXI, Vilayanur S. Ramachandran y Edward Hubbard repitieron el experimento de Köhler utilizando los términos «kiki» y «bouba» con hablantes de lengua inglesa y de tamil, y hallaron resultados semejantes a los de Köhler. Desde entonces se conoce a este fenómeno como el efecto buba-kiki. De manera significativa, Oberman y Ramachandran hallaron que este efecto se presentaba con menor frecuencia en una muestra estudiada de personas autistas.

En Ciencia Cognitiva también nos explican que el efecto buba-kiki se ha comprobado en la población Himba de Nambia (“que apenas tiene influencia occidental y que además carece de lenguaje escrito”), en niños de 2’5 años e incluso en bebés de 4 meses de edad.

Incluso se ha mostrado el efecto predicho por Jespersen, por el cual “existen ciertos fonemas que indican pequeñez (p.ej., /i/) y otros que indican un tamaño grande (p.ej., /u/)”.

Es interesante reproducir una de las conclusiones que extraen los autores del artículo de Ciencia Cognitiva de su resumen, para ponerla en relación con los hallazgos del estudio reseñado por Scientific American:

En conclusión, la investigación ha demostrado que las personas son capaces de captar una relación entre los sonidos que utilizamos como nombres y las características de los objetos a los que hacemos referencia. Asimismo, este fenómeno se da en culturas muy alejadas del mundo occidental y en bebés de muy corta edad, lo que sugiere que se trata de un fenómeno filogenéticamente programado. Empero, no podemos negar la evidente arbitrariedad presente en el vocabulario de los lenguajes. Por tanto, lo más adecuado es proponer una postura intermedia en la que se admitan algunas correspondencias entre fonemas de palabras y referentes, a la vez que se reconoce cierta arbitrariedad.

Imagen via Science of Us

 

¿Por qué niños y niñas eligen diferentes tipos de juguetes?

juguetes

La cuestión de la identidad sexual es un tema candente hoy día. Una de las cuestiones que acompaña a la controversia es el grado en el que la “socialización” hace que las personas desarrollemos una identidad sexual u otra. En particular, es interesante la cuestión de si los niños y las niñas eligen el tipo de juguetes con los que se entretienen porque la socialización les ha llevado a ello o porque tienen alguno tipo de preferencia humana.

Un nuevo estudio publicado en Infant and Child Development y reseñado en BPS Research Digest por Christian Jarrett añade nuevos datos a la polémica: según sus resultados, los niños y niñas expresarían preferencias por diferentes tipos de juguetes a edades en las que la socialización todavía no habría tenido lugar. En otras palabras, niños y niñas expresarían diferencias innatas en su elección del tipo de juguete. Sigue leyendo «¿Por qué niños y niñas eligen diferentes tipos de juguetes?»