Cuando se temía que los libros de la biblioteca pública transmitieran enfermedades mortales

Si el lector es usuario de biblioteca pública, puede que ya sepa que hay bibliotecas que mantienen los libros devueltos en un periodo de cuarentena más o menos prolongado. No se sabe a ciencia exacta el tiempo que el coronovarius puede sobrevivir en diversas superficies, y aunque se supone que el uso de libros de una biblioteca pública no es un foco de infección potencial ni grave, todas las precauciones son pocas para cuidar a los usuarios de dichas instituciones. Además, no falta un porcentaje del público que está realmente preocupado por el hecho de que los libros de una biblioteca pudieran transmitir el virus.

El pánico hacia los libros de una biblioteca como agentes de infección no es algo nuevo. De hecho, tal y como recoge Smithsonian Magazine en un artículo escrito por Joseph Hayes, a finales del siglo XVIII en el mundo anglosajón se produjo un fenómeno de pánico colectivo denominado “El gran miedo a los libros”.

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Respetar al lector, o ¿habría que darle a la gente lo que quiere leer?

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“Las bibliotecas deben darle a sus usuarios aquello que quieren”; “Hay que satisfacer las demandas de los usuarios”; “Los bibliotecarios no son quien para juzgar el consumo cultural de los usuarios”;… Son ideas recurrentes que suelen aparecer en la también recurrente cuestión de si las bibliotecas han de formar sus fondos con los documentos que demanden (o parezcan hacerlo) los usuarios o si han de apostar por algo más. Es decir: el problema de si hay que privilegiar la demanda sobre la calidad.

Me he tropezado con un interesante artículo de hace ya unos años de Bob Usherwood, profesor emérito de la University of Sheffield que trata sobre este dilema. En realidad, la postura de Usherwood es bien clara (una postura que desarrolla en extenso en su libro Equity and Excellence in the Public Library: Why Ignorance is Not our Heritage), y vale la pena recoger aquí algunos fragmentos que hablan por sí solos (los fragmentos son una traducción propia del original inglés). Sigue leyendo «Respetar al lector, o ¿habría que darle a la gente lo que quiere leer?»

Stan Lee: un carnet de biblioteca es el «ábrete sésamo» para todo el conocimiento del mundo

Stan Lee, el mítico creador de personajes e historias en Marvel Comics, falleció el pasado 12 de noviembre. En esta entrada (que publiqué originalmente en otro blog) le hacemos un pequeño homenaje. DEP Stan.

Stan Lee es uno de los artistas más queridos de la cultura popular. Su imaginación ha contribuido a crear personajes de cómic como Spiderman, Iron Man o los X-Men. Creaciones que han incitado y fomentado la lectura en varias generaciones.

En 2014, la American Library Association (ALA), consiguió que Lee participara en su campaña para la promoción del carnet de biblioteca .

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Isaac Asimov sobre las bibliotecas como puerta abierta hacia la maravilla y la felicidad

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Isaac Asimov es sin duda uno de los gigantes de la literatura del siglo XX. Gracias sobre todo a sus obras de ciencia ficción (se considera a Asimov uno de los mejores escritores «clásicos» de este género, junto a Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke). Pero también gracias a su labor de divulgación del conocimiento, con ensayos sobre los más diversos temas (la entrada de la Wikipedia menciona que «sus trabajos han sido publicados en 9 de las 10 categorías del Sistema Dewey de clasificación»). Una tarea que al final de su vida se había concretado (también según la Wikipedia) en «más de 5oo volúmenes y unas 9000 cartas o postales».

Hacia el final de su vida, Asimov encontró tiempo para escribir su útltimo libro de memorias, una obra de tono intimista y de confidencias con el lector, donde repasa su vida en forma de breves capítulos. En español fue publicada en la edición de bolsillo que aquí os comento por Ediciones B.

Con el ritmo de trabajo frenético que acostumbraba, Asimov anotó en su diario personal el 30 de mayo de 1990 (c0m0 recoge su esposa Janet en el epílogo de la obra):

Ahora todo está listo para entregarlo, ciento veinticinco días después de que lo empezara. No hay mucha gente que pueda escribir doscientas treinta y cinco mil palabras en ese tiempo, mientras además hace otras cosas. (p. 710)

De entre los capítulos que forman la obra, me gustaría deternerme en dos: los capítulos 8 y 9, dedicados a las bibliotecas públicas. Antes de entrar en detalle, un poco de contexto. Sigue leyendo «Isaac Asimov sobre las bibliotecas como puerta abierta hacia la maravilla y la felicidad»

Emilio Lledó: Pasar las páginas de un libro es acariciar el tiempo

Son muchas las personas que no acaban de decidirse por la lectura en libro digital. Puede que por nostalgia o por resistencia a los cambios a los que nos induce la tecnología. Aunque nuestra manera de procesar la información también tiene algo que ver: parece que el libro en papel facilita la comprensión de lo leído gracias a su dimensión física. Tal y como si necesitáramos sentir las páginas, poder pasarlas con nuestros dedos, para poder recordar mejor lo leído.

Esos dos ejes, la memoria y la dimensión física del libro, están bien presentes en algunos pasajes del libro de ensayos de Emilio Lledó Los libros y la libertad. Lledó es filósofo y filólogo, con una más que amplia carrera como docente e investigador, y es miembro de la Real Academia Española, por lo que sus reflexiones adquieren formas muy líricas. Sigue leyendo «Emilio Lledó: Pasar las páginas de un libro es acariciar el tiempo»

Stan Lee: un carnet de biblioteca pública es el «ábrete sésamo» a todo el conocimiento del mundo

Stan Lee es uno de los artistas más queridos de la cultura popular. Su imaginación ha contribuido a crear personajes de cómic como Spiderman, Iron Man o los X-Men. Creaciones que han incitado y fomentado la lectura en varias generaciones.

En 2014, la American Library Association (ALA), consiguió que Lee participara en su campaña para la promoción del carnet de biblioteca . Sigue leyendo «Stan Lee: un carnet de biblioteca pública es el «ábrete sésamo» a todo el conocimiento del mundo»

Isaac Asimov: «mi educación real la obtuve en las bibliotecas públicas»

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Isaac Asimov es sin duda uno de los gigantes de la literatura del siglo XX. Gracias sobre todo a sus obras de ciencia ficción (se considera a Asimov uno de los mejores escritores «clásicos» de este género, junto a Robert A. Heinlein y Arthur C. Clarke). Pero también gracias a su labor de divulgación del conocimiento, con ensayos sobre los más diversos temas (la entrada de la Wikipedia menciona que «sus trabajos han sido publicados en 9 de las 10 categorías del Sistema Dewey de clasificación»). Una tarea que al final de su vida se había concretado (también según la Wikipedia) en «más de 5oo volúmenes y unas 9000 cartas o postales».

Hacia el final de su vida, Asimov encontró tiempo para escribir su útltimo libro de memorias, una obra de tono intimista y de confidencias con el lector, donde repasa su vida en forma de breves capítulos. En español fue publicada en la edición de bolsillo que aquí os comento por Ediciones B.

Con el ritmo de trabajo frenético que acostumbraba, Asimov anotó en su diario personal el 30 de mayo de 1990 (c0m0 recoge su esposa Janet en el epílogo de la obra):

Ahora todo está listo para entregarlo, ciento veinticinco días después de que lo empezara. No hay mucha gente que pueda escribir doscientas treinta y cinco mil palabras en ese tiempo, mientras además hace otras cosas. (p. 710)

De entre los capítulos que forman la obra, me gustaría deternerme en dos: los capítulos 8 y 9, dedicados a las bibliotecas públicas. Antes de entrar en detalle, un poco de contexto. Sigue leyendo «Isaac Asimov: «mi educación real la obtuve en las bibliotecas públicas»»