RAZÓN PARA VIVIR
Tenía veintidos años en el verano del sesenta y siete, cuidaba la casa de mi hermano de la calle G en Arcata, atrapado seriamente por primera vez en el sofoco y la lucha de escribir poesia, tan pobre que no podia permitirme ni un sucio sandwich.
Sigue leyendo «El dinero y la comida y la poesía eran formas de vivir, no razones para hacerlo»