En su día dedicamos una entrada en el blog a la novela Metrópolis de Ferenc Karinthy. La obra de Karinthy nos presenta un reflejo de nuestras sociedades “avanzadas”, en las que la ciudad es una amalgama de personas presas del ritmo frenético de la vida moderna y desconocidas unas para otras, hasta el punto de que quizá podemos decir que la más absoluta soledad se vive en medio de la muchedumbre.
El fotógrafo Gilbert Garcin es un fenómeno improbable. A estas alturas su historia es conocida: durante toda la vida vendedor de lámparas en su pequeño negocio en Marsella, Garcin una vez jubilado descubrió el arte de hacer fotos. Y desde entonces es una referencia en la fotografía contemporánea.
José Luis Barbería dedicaba hace unos años un artículo a Garcin en El País, en el que recogía algunas declaraciones del mismo. Escribe Barbería que quizá para Garcin la fotografía fue un medio de escapar al tedio existencial que acechaba en la jubilación:
“Me horroriza», dice, «frecuentar a gentes de mi edad que están siempre volviendo al pasado y preguntándote si te acuerdas de esto o aquello. No, yo no me acuerdo. Para mí, lo ideal es que el presente aplaste el pasado”.
Por los motivos que fueran, lo cierto es que las fotografías de Garcin tienen un poder hipnótico. Quizá ello se deba a su estilo, unos fotomontajes en blanco y negro poblados únicamente por él y, en ocasiones, por su mujer. Pero casi seguro que es por el contraste que hay entre la economía y la sencillez de los medios y aquello que las imágenes representan: reflexiones y estampas sobre y de nuestros miedos, de nuestras angustias, de todo lo que valoramos en la vida cotidiana como digno de ser humano. Y todo ello tratado con ironía, humor y también con cariño. Sigue leyendo «La mecánica de la pareja, según Gilbert Garcin»→
El arte abstracto despierta pasiones encontradas. Para unos, una forma legítima, imaginativa y rompedora de entender el arte. Para otros, quizá la mayoría, un postureo artístico sin mayor mérito que el de hacerse pasar por un estilo respetable.
Y es que los mejores artistas abstractos son capaces de despertar con sus obras una gama compleja de sentimientos y de emociones. Y, por qué no, son capaces de hacernos reflexionar. Es el caso de las fotografías abstractas de la fotógrafa coreana Jieun Cha.