¿Cuál es el objetivo de la propaganda? ¿Por qué tantos regímenes políticos en la historia han elaborado complejas estrategias comunicativas con el objeto de propagar entre la población mensajes que ensalzan esos mismos regímenes?
La respuesta clásica es que lo que buscan esos regímenes es lavar el cerebro a la población, es decir, inculcarles determinada ideología por la vía de la repetición de los mensajes.
Pero el psicólogo Rob Henderson nos ofrece una posibilidad alternativa en un artículo para Psychology Today: la propaganda no sólo sirve para intentar lavar el cerebro a la población, sino que sirve fundamentalmente para demostrar poder.
Henderson resume en su artículo unas ideas del politólogo Haifeng Huang expuestas en su artículo Propaganda as signaling (Propaganda como señalización).
Escribe Henderson que la gran cantidad de recursos que los gobiernos autoritarios dedican para enviar sus mensajes es «una costosa demostración de su poder», por lo que la propaganda «tiene como objetivo infundir miedo».
Así, según la investigación de Huan, entre los ciudadanos chinos a los que entrevistó descubrió que los que estaban más informados de los mensajes de la propaganda no estaban más satisfechos con el gobierno, pero sí que eran más propensos a afirmar que el gobierno era fuerte, así como estaban menos dispuestos a expresar su desacuerdo.
[…] incluso si todos saben que lo que están viendo es una tontería, el hecho de que todos lo vean significa que el régimen es lo suficientemente fuerte como para difundir tonterías.
Las personas pueden verse disuadidas de disentir contra los autoritarios no porque crean en sus mensajes aburridos, sino porque creen que los autoritarios tienen más poder que ellos mismos. Además, estos mensajes oficiales dictan los términos del discurso público aceptable e impulsan ideas alternativas a la clandestinidad.
Lee el artículo completo de Rob Henderson en Psychology Today para conocer los interesantes argumentos de Haifeng Huang sobre la función de la propaganda.
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