En los últimos años se ha impuesto con fuerza en ciertos sectores de la sociedad la demanda de una alimentación más «ecológica», así como el consumo de los llamados productos de proximidad.
Quizá se conviertan en tendencias importantes para asegurar el futuro de la sostenibilidad agrícola, pero de momento sus efectos no son tan reales como se quisiera y sus orígenes como movimientos beben de fuentes muy oscuras. Eso es lo que argumenta el chef y escritor Anthony Warner en UnHerd
Warner explica que los orígenes de la tendencia moderna en europa del consumo de proximidad pueden rastrearse hasta al menos a Thomas Malthus a principios del siglo XIX, quien buscando privilegiar los productos agrícolas del Reino Unido contribuyó a crear una ley proteccionista que no sólo no acabó beneficiando a los pequeños productores, sino que degeneró en una grave hambruna.
Pero además Warner comenta que el consumo de proximidad tiene una clara relación con la ideología nazi: obsesionados con la supuesta superioridad de la raza aria que encarnaban los nazis, creían que sólo los productos del país eran los adecuados para asegurar la fortaleza de la raza, tan convencidos como estaban de la íntima conexión entre el «suelo» y la raza. Además, en la mezcla ideológica nazi también tenía importancia la veneración por una idílica vida en el campo en contraposición a la vida en la ciudad, que representaría en la mente de los nazis los vicios asociados a los judíos.
En cuanto a los supuestos beneficios del comercio de proximidad y de la agricultura ecológica, escribe Warner:La evidencia de que comer productos locales es mejor para el planeta también es sorprendentemente escasa. Incluso en su nivel más alto, en países como los EE. UU. Y el Reino Unido, el transporte generalmente solo representa alrededor del 11% de las emisiones de efecto invernadero de la producción de alimentos. La energía requerida para calentar los invernaderos locales a menudo excede ampliamente la energía requerida para enviar productos desde países más cálidos, y minimizar el transporte a menudo no minimiza el impacto ambiental.
Desde una perspectiva ambiental, la evidencia a favor [de la producción orgánica] no pinta muy bien. Se han realizado muchos estudios, y el balance parece mostrar que por unidad de alimento, la agricultura orgánica produce más gases de efecto invernadero, usa más tierra, tiene mayores tasas de escorrentía de nutrientes y es peor para la acidificación del suelo.
Lee al completo el artículo de Warner para conocer todos sus datos y argumentos en UnHerd.