[Si se generaliza la suplantación de los trabajadores humanos por máquinas] descubriremos algo más. Necesitábamos el trabajo, aunque no en el trillado sentido de la dignidad del trabajo.
De pronto me sorprendió que ese minúsculo guisante azul, tan hermoso, fuera la Tierra. Alcé un pulgar y cerré un ojo, y el dedo ocultó completamente el planeta Tierra. No me sentí como un gigante. Me sentí muy, muy pequeño.
No tenemos nada que hacer en esta hermosa Tierra, en este pequeño y maravilloso planeta; no tenemos otra tarea que cumplir que vivir para reconocer toda la maravilla que nos rodea.
No obstante, la gente siempre dice, inmediatamente: Espera un momento! Todo eso está muy bien, pero quiero estar seguro de que en tal y cual circunstancia, y en tal y cual eventualidad, lograré superarla.
Una de las más importantes decisiones de nuestra vida, según Epicteto, tiene que ver con preocuparnos por las cuestiones externas o internas. La mayoría elige centrarse en el exterior porque cree que los daños y beneficios proceden de ahí. Sin embargo, según Epicteto, un filósofo – considera como tal a quien tiene cierta comprensión de la filosofía estoica- hará justo lo contrario. Considerará que «todo daño y beneficio procede de sí mismo».’ En particular, renunciará a las recompensas que el mundo exterior puede ofrecernos para alcanzar «la serenidad, la libertad y la calma»
P. (Javier Sampedro) Si somos el producto del azar, de los accidentes históricos y de las adaptaciones locales, ¿podemos estar seguros de que nuestro cerebro es una herramienta válida para comprender el mundo?
[…] «la revolución de las sonrisas» se convierte en un lema [en favor de la independencia de Cataluña] que enseguida hace fortuna. Combina a la perfección los anhelos del momento: la revolución como deseos de cambio radical. Aún inmersos en una crisis económica e institucional sin parangón, los ciudadanos reclaman soluciones drásticas. Pero al mismo tiempo sin costes, con una sonrisa en el rostro. Esta forma de presentar el proceso hacia la independencia como un camino transitable sin sacrificios, para el que solo es preciso acumular grandes dosis de ilusión y buenos deseos, ha sido uno de los grandes éxitos discursivos del proceso. Este se manifiesta como un proyecto colectivo edificante, una oportunidad para construir una sociedad mejor desde cero, sin las rémoras ni mochilas del pasado. Un mensaje que rápidamente cala en todos los estratos sociales, pero significativamente entre las clases medias, temerosas en medio de tiempos marcados por la incertidumbre. Buena parte de la población prefiere sacudirse de encima el clima de abatimiento que impera en casi toda Europa y arrojarse en brazos de un sueño que considera que está a su alcance mediante espectaculares movilizaciones y la expresión más comprensible y elemental de la democracia como es el voto.
Ante esa oleada de entusiasmo, el discurso de quienes defienden la unidad de España aparece como el augurio de las plagas de Egipto. […] El independentismo ha conseguido que su discurso cale de tal forma que esas advertencias son rechazadas como amenazas de quienes tienen un mal perder.