El experimento de Libet contra el libre albedrío, ¿sigue siendo válido?

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Image by Karolina Grabowska from Pixabay

¿Tenemos libre albedrío? Es decir, ¿somos libres de elegir nuestras acciones, o éstas ya están determinades por alguna otra fuerza, como el destino, los genes o cualquier otra semajante?

El problema del libre albedrío es uno de los más longevos y complejos de la filosofía. En tiempos modernos, a la discusión filosófica se han venido a sumar argumentos provenientes de la investigación del cerebro, en particular de la neurociencia.

Precisamente un experimento de neurociencia vino a dar un fuerte apoyo a la idea de que el libre albedrío no existe, de que es una ilusión: el famoso experimento de Benjamin Libet. Durante los últimos años, tanto libros y medios de divulgación como obras filosóficas y científicas han hecho uso del experimento de Libet para negar el libre albedrío.

No obstante su popularidad, quizá el experimento de Libet sea menos concluyente de lo que muchos creían, puesto que sus resultados no se han podido confirmar en un reciente trabajo, que además aporta una nueva interpretación a lo hallado por Libet.

Todo ello nos lo explica Bahar Gholipour en un artículo para The Atlantic. Sigue leyendo «El experimento de Libet contra el libre albedrío, ¿sigue siendo válido?»

¿Son fascistas y racistas los votantes de los populismos?

National Populism

El auge de los populismos está  representando todo un reto desde el punto de vista de la gobernanza nacional e internacional, pero también desde un punto de vista analítico. Y es que no parece tarea fácil comprender cómo es posible que los votantes hayan dado su apoyo a fenómenos como el Brexit, o a personajes como Donald Trump.

Son muchas las obras que de una forma u otra se están dedicando al fenómeno del populismo. Hoy vamos a hablar de algunas ideas contenidas en una obra muy recomendable: National Populism: the revolt against liberal democracy, de Roger Eatwell y Matthew Goodwin.

(La obra de Eatwell y Goodwin ha sido traducida al español con el título Nacionalpopulismo, aunque la edición que manejo es la de bolsillo en inglés, de la que voy a extraer las citas con traducción propia al español)

Eatwell y Goodwin dicen dedicar su obra a analizar el por qué del surgimiento de lo que ellos denominan nacionalpopulismo, y a mostrar que es una tendencia que lleva décadas fraguándose a causa de tendencias geopolíticas de gran calado, a pesar de lo que pueda aparentar su sorpresivo auge. Es por tanto un libro lleno de análisis detallados y de tesis polémicas, pero que seguro que dan que pensar si se realiza una lectura sosegada del texto.

En esta entrada vamos a tratar una de esas tesis controvertidas. Dadas las acusaciones de racismo y fascismo que se hacen de los líderes populistas más destacados, parece necesario preguntarse si los votantes de esos movimientos son a su vez racistas y fascistas. A lo cual Eatwell y Goodwin arrojan un no por respuesta. Sigue leyendo «¿Son fascistas y racistas los votantes de los populismos?»

La epigenética no cambia nuestra personalidad

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La epigenética se ha convertido en una de las modas científicas del momento. Ciertos autores enfocados al público general defienden que la epigenética demuestra científicamente que nuestras acciones y comportamiento pueden cambiarnos a un nivel profundo, incluso cambiar nuestros rasgos de personalidad, mediante la modificación de nuestros genes. Por eso, afirman, la epigenética es la clave para cambiar el destino al que nos tiene encadenado nuestros genes.

Pero, ¿qué hay de cierto en esas afirmaciones? Pues poco, según nos explica Kevin Mitchell en un artículo para The Conversation. Sigue leyendo «La epigenética no cambia nuestra personalidad»

Los nazis contra el matrimonio monógamo

 

la revolución cultural nazi

Las atrocidades cometidas por el régimen nazi fueron de tal tamaño que aún hoy día existe la tentación de observar ese periodo de la historia como una especie de locura colectiva, un delirio cuyas causas son impenetrables para la razón.

No obstante, los nazis de alguna manera apoyaron sus acciones sobre un sistema intelectual elaborado por juristas, profesores, médicos y cargos políticos. No es que todos los nazis o los simpatizantes civiles del nazismo defendieran o siquiera fueran conscientes de ese entramado de ideas. Es más bien que el universo intelectual nazi pudo servir de sostén y justificación para las prácticas y atrocidades que vinieron después.

Eso es lo que mantiene Johann Chapoutot en su obra La revolución cultural nazi. El autor hace un recorrido por los principales temas que obsesionaron a los intelectuales nazis acudiendo a las fuentes, a los escritos, discursos y declaraciones en los que se encuentran dichas ideas y argumentos.

Uno de los temas más llamativos del libro de Chapoutot es el cuestionamiento por parte de los nazis del matrimonio monógamo, un cuestionamiento que hay que entender en aquel contexto histórico y europeo concreto. Sigue leyendo «Los nazis contra el matrimonio monógamo»

El consumo conspicuo y las guerras por el estatus social son muy anteriores al capitalismo

The sum of small things

Puede que el consumo conspicuo nos parezca un espectáculo auténticamente capitalista, posterior a la revolución industrial, pero los humanos se han enzarzado en guerras por el estatus desde los inicios de la civilización. […]

El estudio de la antigua sociedad romana de Andrew Wallace-Hadrill demuestra que el consumo conspicuo estaba vivo y coleando con anterioridad al 79 a.C. Los menos afortunados emulaban a las clases sociales más altas, muchos cientos de años antes de la llegada de los televisores y de los baratas cuotas mensuales de pago por tarjeta que ofuscan a las clases sociales actuales. En su estudio arqueológico de los tempranos hogares de Pompeya y Herculano, los cuales variaban en tamaño y número de habitaciones, halló que “los mismos marcadores de estatus que se encuentran en las casas más grandes también se encuentran, aunque más raramente, en las más pequeñas”. Por ejemplo, Wallace-Hadrill señala que los más ricos alardeaban en sus casas de decoración, un símbolo muy básico de estatus, una decoración que era imitada por los pobres, incluso cuando éstos tenían poco espacio o medios para hacerlo. Más tarde, durante el periodo imperial romano, al tiempo que Roma se iba tornando más rica y poderosa, la prevalencia de la decoración se hizo mayor y más democrática. Los hábitos de los ricos eran imitados más conscientemente por los plebeyos con aspiraciones. Wallace-Hadrill observa que al tiempo que las clases más bajas obtienen acceso a formas de decoración, las diferencias en calidad entre aquello que exhiben las clases más altas y las más bajas se hacen mucho mayores, sugiriendo que las élites usan materiales raros o métodos inusuales como forma de proclamar su posición social, puesto que los bienes conspicuos por sí mismos ya no son un indicador de estatus. Por ejemplo, los mosaicos eran difíciles de crear, imposibles de falsear, y arduos de ejecutar sin las habilidades o los materiales adecuados, y por eso permanecieron como un raro marcador de estatus de élite. […]

El uso de la decoración para sugerir e imitar estatus continuó por toda Europa durante el siglo XVII. Bajo el imperio holandés, dos tercios de los hogares de Delft poseían al menos un lienzo pintado – una decoración que inicialmente marcaba un estatus de élite y que fue imitada por los menos pudientes. En la Francia prerevolucionaria, la clase media emulaba a los aristócratas utilizando papel pintado diseñado para emular los tapices, estuco para simular mármol, y porcelana que aparentaba ser oro. Incluso se podría simular tener una librería instalando encuadernaciones en espiral falsas en la pared. Las mujeres imitaban el estilo de peinado de Maria Antonieta en un esfuerzo por estar más cerca de la realeza. Casi un siglo más tarde, las medias de seda de las cortesanas de la Inglaterra victoriana fueron rápidamente imitadas por las mujeres de clase trabajadora en la forma de medias de hilo de lana […].

Sin duda todos estos ejemplos demuestran la imitación en el sentido aspiracional – versiones de menor calidad de los bienes de las élites hechas a propósito para comunicar estatus. […] En resumen, desde los inicios de la civilización humana documentada es evidente el deseo de demostrar estatus, o de imitar y asemejarse a las clases sociales altas. O como me contó Wallace-Hadrill en una entrevista: “Podemos confirmar completamente que el consumo conspicuo se dio en la sociedad precapitalista. Es un punto de vista muy pintoresco considerarlo como capitalista”. (pp. 7-8)

 

Las citas son una traducción propia del original inglés.