La «Izquierda Regresiva», la censura de libros y la policía cultural

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Cuando hablamos de la censura de libros, es probable que pensemos en personas ofendidas porque en una novela se hable de homosexualidad, de sexo, o porque aparezca un lenguaje soez, o referencias a estilos de vida al margen de lo que se considera “normal”,…

Es decir, nos imaginamos la censura practicada desde el punto de vista del conservadurismo moral. Hay quien identifica ese conservadurismo moral con la derecha política, por lo que pareciera como si la censura de libros fuese producto de la mentalidad de esa franja política concreta.

Por supuesto, la derecha más reaccionaria ha sido responsable de algunas de las censuras informativas más notables de los últimos tiempos. Así que al hablar de censura de libros, también es probable que nos imaginemos piras de fuego rabioso en las que queman libros, al estilo del régimen nazi.

Menos frecuente es que pensemos en la censura de libros como un fenómeno ligado a posiciones más de propias de la izquierda política, aunque también hay ejemplos recientes. Y parece que cada vez más.

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¿Existe realmente el «lavado de cerebro»?

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Con el auge de las fake news (noticias falsas) parece que hay una expresión que se ha vuelto a poner de moda: el lavado de cerebro (brainwashing en inglés).

Y es que se teme al posible poder manipulador de dichas “noticias”,  a su capacidad para alterar de manera profunda las creencias de las personas.

Pero ¿hay algún fundamento en esa asociación entre las noticias falsas y el lavado de cerebro? Si hemos de creer a Richard Smyth en un artículo para New Humanist, lo cierto es que no. Sigue leyendo «¿Existe realmente el «lavado de cerebro»?»

La nueva izquierda y la política de autoayuda

La psicologia positiva es uno de los fenómenos culturales más notables de nuestro tiempo. De hecho, casi que podríamos decir que la búsqueda de la felicidad se ha convertido en una preocupación de primer orden para miles de personas en todo el mundo.

Como movimiento popular la psicología positiva no se ha librado de críticas, como por ejemplo el posible efecto de culpabilizar a las personas de sufrir determinadas situaciones con la excusa de no estar poniendo lo suficiente de su parte para estar mejor; o la ceguera ante el hecho de que existen problemas muy reales que no se solucionan simplemente con un cambio de nuestra actitud ante la vida.

Hay incluso quien ve una relación entre algunos principios de la psicología positiva y el auge de ciertos movimientos políticos modernos. Es el caso del periodista Jorge Dionisio López García en la entrada de su blog personal titulada Todos leyeron El secreto.
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¿Es peor el comunismo que el nazismo?

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En estos tiempos revueltos, parece que las posiciones extremas tanto de la izquierda como de la derecha política han vuelto a primera línea de la vida pública. Los enfrentamientos entre sus partidarios, más o menos directos, y cómo éstos son percibidos por la ciudadanía, siguen encerrando una cuestión moral que lleva años ocupando a analistas de diversas disciplinas: ¿hay que condenar más duramente el nazismo que el comunismo?; ¿quizá a la inversa?: ¿o acaso son igualmente reprobables?

La escritora Cathy Young, en un artículo en Forward, nos da su opinión sobre la polémica: quizá el comunismo sea peor que el nazismo por un aspecto fundamental.

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La historia de cómo Charles Baudelaire se convirtió en un poeta maldito

Charles Baudelaire es una de las figuras fundamentales de la literatura occidental: considerado ampliamente como el fundador de la poesía moderna, en especial gracias a su poemario Las flores del mal, Baudelaire no sólo abrió nuevos caminos a la poesía y al arte moderno en general, sino que ha servido como inspiración a incontables aspirantes a artistas gracias a sus presupuestos estéticos y a su imagen de poeta maldito.

Ciertamente, la vida de Baudelaire fue un continuo batallar contra las situaciones que pareciera que él mismo se acabó labrando, en su búsqueda del genio y de la inmortalidad artística: una existencia plagada de deudas económicas, relaciones tormentosas, hambre y miseria.

Son incontables las obras que se han dedicado a analizar tanto la obra de Baudelaire como su vida, y en no pocas ocasiones ambos análisis han ido de la mano. Ése es el caso de la obra de la que vamos a hablar en esta entrada: la biografía de Mario Campaña Baudelaire: juego sin triunfos (ediciones Debate, 2006)

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Acabemos con el mito de la Sociedad del Conocimiento

Ya hace al menos un par de décadas que la expresión “sociedad de la información” pasó a formar parte del imaginario colectivo. La información siempre ha jugado un papel importante en las sociedades humanas, pero es en este último lapso de tiempo en el que el desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación (TICs) ha permitido desplegar la SI en todo su apogeo.

Con la SI vino asociada desde un buen principio otra idea: la de la “sociedad del conocimiento”. Y es que, según la narrativa más difundida, la abundante información disponible abriría la posibilidad para la generación de conocimiento como nunca antes se había conocido en la historia humana. Y con esta producción de conocimiento se generaban nuevas oportunidades para conseguir sociedades más cívicas, más justas y, por qué no, más sabias.

Si había dificultades en la transición de la SI a la SC serían de carácter técnico, continuaba el discurso: la brecha digital en el acceso a las TICs que impedía que buena parte de las poblaciones humanas pudieran beneficiarse del caudal de información que fluía a través de ellas. O, en todo caso, el problema de base sería cómo aprender a manejar las herramientas (la alfabetización digital), y educar al público en el uso de unas sencillas pero poderosas pautas para evaluar la información y detectar las mentiras, las estafas y los engaños.

Así decía el discurso, de una manera muy resumida y abreviada.

Visto lo visto hasta el momento presente, creo que lo mejor que podríamos hacer con esa narrativa es tirarla a la basura y pasar a otra cosa. O, cuando menos, reexaminar muy seriamente la posibilidad de sus supuestos centrales.

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El fact-checking cambia las creencias, pero no la intención de voto

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Para muchas personas comprometidas con las problemáticas sociales que estamos viviendo, la educación es la clave para la mejora de las personas. En particular, suele comentarse que los prejuicios y la desinformación asociada a la política se supera con divulgando hechos. Eso explica la gran popularidad actual de los sitios de verificación de hechos (fact checking). Pero, ¿es cierto que exponer a los hechos a la gente puede cambiar sus preconcepciones políticas?

Pues parece que no, si hemos de creer los resultados de un estudio reseñado por Alexios Mantzarlis en Poynter. Resumiendo, la principal conclusión sería ésta: el fact-checking cambia las creencias, pero no la intención de voto. Sigue leyendo «El fact-checking cambia las creencias, pero no la intención de voto»