En nuestras sociedades democráticas, la libertad de expresión es un derecho básico. Y con esa libertad, se considera que la libertad de tener una opinión y de expresarla también lo es. A esa idea parecen haber contribuido la aparición de las redes sociales, que han supuesto una plataforma para que miles de individuos puedan expresar sus opiniones sobre los temas más diversos y de las más diversas maneras.
Pero que tengamos derecho a opinar no es algo que se pueda aplicar de manera obvia a todos los casos. Al menos eso es lo que nos explica el filósofo Patrick Strokes en un artículo para The Conversation.