El miedo a la muerte es uno de los temores más básicos y más afianzados en la vida de cualquier persona. Los creyentes pueden encontrar consuelo en la idea de una vida en el más allá, los no-creyentes no cuentan con ese alivio: siempre queda una especie de poso, un temor siempre latente, del que quizá sea imposible librarnos.
A pesar de ello, quizá podamos intentar convivir con el miedo a la muerte enmarcando la cuestión de otra manera más amplia. De eso es de lo que nos habla el filósofo y crítico cultural Gabriel Rockhill en un artículo para The Stone, la plataforma de pensamiento del New York Times.
Esa manera amplia de contemplar la muerte no tiene que ver con una recuperada espiritualidad. Rockhill nos explica que el miedo a la muerte está fuertemente enraizado en nuestra muerte biológica: si no contemplamos la vida del más allá, todo lo que nos queda es el aquí y ahora, que de hecho es un momento destinado a desaparecer para siempre.
Pero para Rockhill nuestra existencia tiene otras dimensiones, además de la biológica: hay una dimensión física, según la cual los componentes de nuestra materialidad serán diseminados y recombinados en el cosmos; hay una dimensión artefactual, relacionada con los objetos y productos que dejaremos tras de nosotros (escritos incluidos); y hay una dimensión psicosocial, aquella por la cual dejamos nuestra impronta en las personas con las que nos relacionamos.
El reconocimiento de estas dimensiones adicionales de nuestra existencia no son para Rockhill una especie de consolación espiritual, sino una invitación a reconocer las maneras en las que nuestras vidas nunca son simplemente nuestras, y la implicación de ese reconocimiento:
La auténtica existencia quizá tiene menos que ver con afrontar la inevitable realidad de nuestra propia finitud que con reconocer y cultivar las múltiples dimensiones de nuestras vidas. Algunas de ellas nunca podrán morir porque no nos pertenecen sólo a nosotros.
Authentic existence is perhaps less about boldly confronting the inevitable reality of our own finitude than about recognizing and cultivating the multiple dimensions of our lives. Some of these can never truly die because they do not belong only to us.
Lee el artículo original (en inglés) de Gabriel Rockhill para The Stone: una argumentación sensible que quizá te ayude a comenzar a contemplar tus propios temores de otra manera.
Da que pensar: Seguro que cada cultura humana tiene su propia forma de lidiar con la muerte. Pero quizá no haya ninguna que despierte tanta curiosidad, tanta ternura y tantos sentimientos como la celebración mexicana de El Día de Muertos. La celebración, declarada patrimonio de la humanidad en 2003, es un conjunto de actos coloridos que se inician la tarde del 31 de octubre, y que incluyen ofrendas (cada una con su significado particular) en los altares o tumbas de los difuntos.
El Día de Muertos es el tema sobre el gira el documental Muerte es vida, de la cineasta Ali Álvarez. En la bella página web del documental podéis leer esta corta pero significativa descripción de la obra:
Muerte es vida es un documental sobre la conexión entre la muerte y la naturaleza. Siete personas reciben un toque de esperanza por la visita de una mariposa monarca en un momento de pérdida. Estas mariposas realizan un épico viaje de Canadá hasta México, donde llegan a tiempo para el Día de Muertos. En México se cree que las mariposas son las almas de los seres queridos que vuelven al hogar para una visita. Nos encontraremos a diferentes personas a lo largo de su ruta y veremos cómo algo tan pequeño como una mariposa monarca puede traer esperanza a un momento de duelo.
MUERTE ES VIDA is a documentary about the connection between death and nature. Seven people are each given a touch of hope by a visit from a Monarch butterfly at a time of loss. These butterflies fly an epic journey from Canada to Mexico, where they arrive in time for Day of the Dead. In Mexico, they’re thought to be souls of loved ones coming home to visit. We meet people along their route and see and how something as small as a Monarch butterfly can bring hope to a moment of grief.
El documental (del que podéis ver el tráiler en su página web) ha sido premiado en varios certámenes internacionales. Hace unos meses la plataforma de descubierta de audiovisuales Nowness nos ofrecía un fragmento de Muerte es vida: en él se nos muestra los preparativos con los que dos miembros del pueblo mazahua, Sabino e Hilaria, quieren recibir a las almas de sus difuntos.
Es un corto emocionante, y da que pensar cuando Hilaria manifiesta sus dudas sobre la continuidad de la tradición por parte de los jóvenes. Ojalá que el Día de Muertos siga ofreciendo consuelo a las futuras generaciones de mexicanos, y a todos nosotros más allá de las fronteras de México. En este sentido, vale la pena recoger la declaración artística de Ali Álvarez sobre su documental:
Si no has perdido a nadie cercano, lo harás. La muerte es una parte natural de la vida, pero en la sociedad Occidental hemos crecido muy alejados de esta idea. Mi madre falleció cuando tenía 11 años, y al hacer este documental y al tratar a estas personas, he podido sanar viejas heridas. Las personas que hallé al filmar este documental tenían corazones increíbles. Sus puntos de vista sobre la pérdida son algo que espero que puedan ofrecer consuelo a cualquiera que vea esto.
If you haven’t lost someone close, you will. Death is a natural part of life and in Western society we have grown very far from this idea. My own mother died when I was 11, and by making this film and meeting these people, I have definitely had old wounds healed. The people I met while filming this had incredible hearts. Their views on loss are something I hope can be a comfort to anyone that watches this.
Imagen de David Boté Estrada, bajo licencia Creative Commons Attribution-Share alike